domingo, 17 de junio de 2012

El trabajo dignifica, la vagancia ilustra.


Comenzaré la presente entrada en este día del Padre, con una frase que mi papá decía con un tono un tanto en broma, un tanto en serio: “El trabajo dignifica, la vagancia ilustra”; cuánta razón, uno puede pasarse la vida en los libros, llenando su cabeza de conocimiento, pero éste no servirá de nada si no se aplica con fines prácticos, para entender la realidad, para modificarla. Creo que era su forma de decir: “Si el hombre quiere obtener éxito en su trabajo, es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus ideas con las leyes del mundo exterior objetivo; si no consigue esto, fracasa en la práctica. Después de sufrir un fracaso, extrae lecciones de él, modifica sus ideas haciéndolas concordar con las leyes del mundo exterior y, de esta manera, puede transformar el fracaso en éxito”[1].

Sea cual sea la ocupación de cualquier persona, ésta debe interactuar con el resto de la sociedad y ser útil para la misma, y no hay mejor manera de lograrlo que conocer de primera mano los problemas que la comunidad tiene, sentirlos como propios y así lograr una respuesta de cambio, de mejora; como individuo y como comunidad. Ésta interacción directa con la problemática de la vida cotidiana y las soluciones que un individuo brinda día con día, es lo que los empleadores llaman “experiencia profesional”, y no puede adquirirse de otra manera que no sea ejerciendo un oficio o profesión.

En el intento de crecer como personas, como profesionistas y como profesionales; debemos tener la mente abierta para adquirir conocimiento de las maneras más insospechadas; ya sea un “descubrimiento” por casualidad de un símil, una epifanía mientras "turisteamos" en la plaza, un intercambio de palabras con el personal de limpieza o la interacción con el “viejito del pueblo”, puede hacernos cambiar la percepción que tenemos de algún problema en particular al que nos estemos enfrentando, y por tanto, la manera de abordarlo para encontrar la mejor solución. Este contacto con el mundo, que no se encuentra en los libros, es al que mi padre se refería como “vagancia”.

Últimamente me he encontrado con colegas más jóvenes, que parecen un poco desconectados de la realidad, que tienen los conocimientos técnicos para resolver un problema, pero al hacerlo lo conciben cual si fuera problema de libro de texto; sin darse cuenta que la mayoría de las veces la solución es en realidad mucho más simple; falta de “vagancia” diría mi padre. Me pregunto si es culpa de las instituciones educativas por mantener en sus programas de estudio la preferencia de teoría sobre la “praxis”, quizá la culpa es de los padres sobreprotectores, por resolverles todos los problemas que se les han presentado; tal vez la culpa es de ellos por preocuparse más por obtener una calificación que exigir una educación de calidad.

Lo cierto es que independientemente de quien sea la culpa, el problema es de todos, ya que los jóvenes de hoy, son nuestros ingenieros, arquitectos y médicos de mañana, y lo preocupante, es que la solución solo cabe en cada uno de ellos, el saber equilibrar cuanto “trabajo” y cuanta “vagancia” requieren en su vida profesional.

En fin, “El trabajo dignifica, la vagancia ilustra” cuanta razón…


Arq. Dante Augusto Loeza Amaro
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[1] Mao Tse Tung Cinco Tesis Filosóficas, Sobre la Práctica, EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS PEKIN 1968

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