Buen
día estimados lectores, esta semana sucedió un acontecimiento de particular
relevancia, por lo menos para mi jeje. Pasa, que después de varios años de
dedicarme a actividades meramente administrativas dentro de la organización, como
visitas a clientes, elaboración de reportes, pago a proveedores, cobro a
clientes y demás monótonas diligencias de oficina; se presentó la necesidad de
realizar un levantamiento topográfico de dimensiones considerables alejado de
la civilización. Mi compañero responsable del proyecto tuvo un imprevisto y no
se presentó, así que me tuve que hacer cargo del trabajo yo mismo; siempre con
la preocupación de que durante mi estancia en las inmediaciones de Avándaro, donde
se llevaría a cabo el trabajo, estaría desconectado completamente de mis
actividades correspondientes, ya que ni siquiera tendría señal en el móvil, y
no se diga acceso a internet.
Fue una experiencia digna de ser contada, ya
que me recordó mis inicios en esta hermosa profesión: lugar apartado en medio del
bosque, clima cambiante, dieta a base de enlatados, y por supuesto machete en
mano para abrir brecha.
Visibilidad menor a 50m |
El
día lunes, solos mi cadenero y yo, fuimos tomados por asalto por una densa
neblina que primeo redujo la visibilidad a 50 metros, posteriormente a 10;
mientras tratábamos de seguir adelante, una lluvia torrencial cortó nuestros
deseos de avance, e hizo que nos refugiáramos en la camioneta, que
afortunadamente íbamos moviendo conforme avanzamos. Después de poco más de una
hora de inactividad dentro del vehículo, el clima “mejoró” un poco
permitiéndonos cierto avance. Al menos no fue día perdido.
Una
vez que llegamos a la cabaña que nos daría alojamiento, nos encontramos a
Esteban, el capataz del rancho quien en un gesto de grandeza y amabilidad nos
esperó hasta las 7:30 pm para invitarnos a comer a su casa, ubicada en el
poblado “Pinal del Marquesal”, aproximadamente a 20 minutos en vehículo del
rancho. El tampoco había probado bocado alguno a esa hora.
Compartimos mesa con él y sus dos hijos en
una humilde pero bellísima casa de block madera y teja, mientras su esposa
calentaba tortillas (hechas a mano) en estufa de leña y otra mujer que nunca
entendimos el parentesco, nos acercaba los alimentos: un poco de barbacoa, otro
tanto de mole, frijoles de olla y arroz “anaranjado”; acompañados de guajes,
rábanos, aguacates y pápalo frescos. ¡Qué delicia!
Secando el calzado |
De
regreso en la cabaña encendimos fuego, donde pusimos a secar nuestras botas al
calor de la hoguera y preparamos un té para calentarnos un poco.
Al
día siguiente hicimos el recorrido de casi hora y media para recoger a Pablo
(un refuerzo para terminar un poco antes el trabajo) en la terminal de buses de
Valle de Bravo; solo para enterarnos que llegaría casi dos horas después de lo
acordado la tarde anterior; en fin, los imprevistos pasan y decidimos tomar un
buen desayuno mientras tanto.
De
regreso al rancho, fuimos detenidos dos veces por militares para revisión del
vehículo, por fortuna, sin graves incidentes. El día pasó relativamente rápido,
haciéndose notorio el avance con una persona más, y sin más contratiempo que un
becerro que se sintió invadido e hizo lo posible porque nos fuéramos de su
espacio; para su desgracia éramos mayoría y contábamos con armamento de alta
tecnología (trozos de madera residuos de las estacas que hicimos jaja).
Preparando el pan tostado |
Por
la tarde Don Esteban nos buscó alrededor de las 5 y nos llevó de nuevo a su
casa para compartir los alimentos con nosotros. Regresamos a campo cerca de las
6:30 y continuamos hasta poco después de las 8.
Al
llegar al campamento de nuevo hicimos fuego, y más tarde te, galletas y sopas
instantáneas, que acompañamos con frijoles de lata mezclados con atún y pan
integral tostado a la orilla del fuego.
Al
día siguiente repetimos la dosis de la cena para el desayuno y por fin llegó el
día que logramos comenzar labores en hora decente. Esta vez tocó medir la
orilla de un arrollo y la parte baja de una presa, presentando dificultades, ya
que el primer tramo contenía abundante vegetación y el segundo era un tramo con
el nivel de agua fangosa arriba de las rodillas. Mientras nos resignábamos a permanecer
una noche más en el bosque, no dejaba de pasar por mi cabeza, aunque sin
recordarla exactamente, la frase del al
Arq. Victor Sandoval: “La grandeza del éxito es directamente proporcional a la
dificultad del desafío; dicho en otras palabras: que lo fácil lo hagan otros”.
Ya
sin muchas esperanzas de concluir la misión en esa tarde, de entre la
vegetación aparece casi milagrosamente el camino de terracería, y con él
nuestro punto de arranque del levantamiento. MISIÓN CUMPLIDA.
Regresamos
al campamento, cargamos nuestras pertenencias y partimos de regreso a la Ciudad
de México, no sin antes agradecer a Esteban por su hospitalidad.
Esta
hermosa experiencia me hizo recordar el porqué me dedico a lo que me dedico, y
a pesar de que fueron tres días de lluvia, neblina, cansancio, ampollas, frío y
calor, no dejaron de ser unas lindas vacaciones (de la monotonía del trabajo de
oficina, cuando menos).
Arq. Dante Augusto Loeza Amaro
Coordinador de Proyectos MX Topografía
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